Microcuentos
LA CALLE SAINT
Algo me arrastró hacia la calle Saint, justo frente a la
funeraria de mi difunto tío. Hace meses, un desastre sombrío devoró casi todo,
y desde entonces, me resistí a volver. Sin embargo, esta noche, una fuerza
incomprensible me instó a abandonar mi refugio y conducir hacia aquel lugar;
como si un invisible hilo me arrastrara inexorablemente, avanzo hasta los
escombros que antes eran la entrada de la funeraria.
—¿Qué es eso? —Un susurro entre tinieblas se desliza, una
sombra toma forma en el viejo edificio. El olor, nauseabundo y penetrante, a
piel chamuscada, llena el aire. Gruñidos y extraños ruidos me saludan al
adentrarme, la sombra adquiere claridad, una forma aberrante que se asemeja a
un animal de proporciones inquietantes, agachada y devorando algo.
—Debes concluir lo que yo comencé, quémalo todo —una voz,
proveniente de mis espaldas, me ordena.
Al voltear, veo a mi tío, su cuerpo carbonizado.
—¡Imposible! Él murió en el incendio. —Mi asombro se torna
palpable—.
—¡Hazlo ahora! —exclama la aparición—. Pero algo más atrae mi atención: la criatura. Entre sus afilados dientes, trozos de carne calcinada sin digerir. Mis ojos se niegan a aceptar la realidad.
—Demasiado tarde —sentencia el espectro—.
La abominación me observa; sus ojos, llamas encendidas, sus garras, amenazantes. Doy media vuelta, intento huir, pero la cosa se materializa ante mí, una garra fría aprieta mi ser hasta que escucho el crujir de mis huesos. Abre su boca, y su aliento corrompido me envuelve; de repente, todo se sume en la oscuridad.
ABDUCCIÓN
Un sonido estridente desgarró el silencio de la noche, arrancándome de mi sueño. La habitación resplandecía con una luz intensa y desconcertante. Mis ojos se dirigieron hacia el otro lado de la cama, pero mi esposa había desaparecido. Me incorporé apresuradamente, gritando su nombre en la penumbra, pero mis palabras quedaron suspendidas en el aire.
El estruendo persistente se aferraba a mi mente, haciéndome tambalear. Todo se volvía borroso; la luz me cegaba, y el aire se volvía espeso e insoportable. De repente, a lo lejos, el eco de un grito escalofriante resonó en la oscuridad. Mi cabeza giraba mientras descendía las escaleras con pasos inciertos, llegando a la sala de estar sumida en sombras. Me sentía desorientado, incapaz de discernir la procedencia de ese grito estremecedor.
Al adentrarme en la cocina, descubrí que la puerta que conducía al jardín estaba entreabierta. Al salir, el estruendo y el resplandor habían cesado. La encontré allí, parada como una estatua, con la mirada clavada en el firmamento. Grité su nombre, pero solo el silencio me respondió. Me aproximé, y sus ojos, antes familiares, ahora mostraban un blanco deslumbrante, con la boca abierta en un gesto horroroso.
Agité sus hombros con desesperación, esperando alguna reacción. De repente, el sonido atronador y la luz intensa regresaron. Emitió un alarido que heló mi sangre. Aferré su mano mientras la luminiscencia se intensificaba hasta dejar ciego mi mundo.
Sin embargo, sentí cómo se elevaba. La retuve con fuerza, y tras unos eternos segundos, el estruendo y la luz desaparecieron, devolviéndome a la realidad. Pero ella había desaparecido, como si la misma oscuridad la hubiera engullido.
ELLOS
Hace dos días que la comida se agotó y el agua se vuelve cada vez más escasa. El hambre y la desesperación me invaden desde que el virus hizo su aparición; me encuentro aquí, confinada y oculta. Hayami salió en busca de alimentos, pero hace horas que no tengo noticias de ella. La angustia me embarga y los pensamientos oscuros de que podría ser uno de ellos se apoderan de mi mente. "¡No!, detente", exclamé en voz alta. Necesito alejar esas ideas, no deseo quedarme sola. Hayami es la única persona que he visto en meses, sin ella, la soledad sería mi única compañía.
Sin embargo, ella no regresa. Pronto caerá la noche, y la inquietud crece. ¿Debería salir a buscarla? ¿Y si Hayami está herida? Pero, ¿qué es ese sonido? Escucho pasos. "¡Hayami ha vuelto!", grité, pero mi alegría se desvanece al verla. La han mordido. Suzume, no me temas. Aún no. He traído comida y agua; debería ser suficiente por unos días.
Escúchame, pequeño gorrión. Esas criaturas me han seguido; no he logrado despistarlas. Pronto estarán aquí; ya no es seguro quedarse. Debes irte, alejarte lo más posible. No entres en lugares oscuros; ve hacia el sur, encuentra refugio... sé valiente, pequeña. Debes sobrevivir.
"Hayami, tengo miedo. ¡Hayami!, no me dejes..." Ya no recibo respuesta. No se mueve. Pronto será una de ellos. Debo salir de aquí. Escucho un ruido en la puerta. ¡Ya están aquí! Tomo las provisiones, corro hacia mi habitación, abro la ventana y escapo sin mirar atrás. He logrado escapar, pero ¿por cuánto tiempo? Afuera, solo están ellos.